TUS CEJAS SON COMO ALAS DE UNA GRULLA EN SU VUELO
Tus cejas son como alas de una grulla en su vuelo.
Tu silueta me llega a la deriva desde lo más remoto.
Como ave transportada por el aire a su meta,
cruza volando el mar rugiente hasta este punto.
Nos hallamos al cabo de un muy largo sendero
por la bendición kármica de vidas anteriores,
y nos juntamos como las ciento ocho semillas
dentro de cada vaina de nuestro árbol de Bodhi.
Tus jubilosos pasos, al dirigirte a mí,
redoblan la cadencia de nuestro acordeón.
Llega tu dulce aroma de distantes riberas
en la gallarda brisa del árbol de Galbarvaasin[1].
Ajustados estribos sobre cuarenta y tantos años,
en la lucha perenne cuesta arriba, evadiendo la fácil senda,
me canso del bullicio de este mundo y ya busco la paz,
extinta la pasión de tormentosos años.
Las impasibles aves del tiempo ya se fueron.
En su fuego racial mi corazón brilló en un poema:
Tus cejas, igual que alas de una grulla en vuelo...
Te llevará la diosa Yanjinlham[2] hasta mí?
Como en los cruces del destino se hayan
en las líneas vitales de una verde hoja acorazada,
vive el hombre en las alas de una grulla en su vuelo,
en el lapso de un mundo sosegado durante cuarenta años.
Rezando mantras mágicos en las cuentas del mala[3],
medito en libertad en lugares distantes,
con el fulgor materno sentado sobre el loto,
veo tus cejas, alas de una grulla en su vuelo.
Tu silueta me llega a la deriva desde lo más remoto.
Como ave transportada por el aire a su meta,
cruza volando el mar rugiente hasta este punto.
Nos hallamos al cabo de un muy largo sendero
por la bendición kármica de vidas anteriores,
y nos juntamos como las ciento ocho semillas
dentro de cada vaina de nuestro árbol de Bodhi.
Tus jubilosos pasos, al dirigirte a mí,
redoblan la cadencia de nuestro acordeón.
Llega tu dulce aroma de distantes riberas
en la gallarda brisa del árbol de Galbarvaasin[1].
Ajustados estribos sobre cuarenta y tantos años,
en la lucha perenne cuesta arriba, evadiendo la fácil senda,
me canso del bullicio de este mundo y ya busco la paz,
extinta la pasión de tormentosos años.
Las impasibles aves del tiempo ya se fueron.
En su fuego racial mi corazón brilló en un poema:
Tus cejas, igual que alas de una grulla en vuelo...
Te llevará la diosa Yanjinlham[2] hasta mí?
Como en los cruces del destino se hayan
en las líneas vitales de una verde hoja acorazada,
vive el hombre en las alas de una grulla en su vuelo,
en el lapso de un mundo sosegado durante cuarenta años.
Rezando mantras mágicos en las cuentas del mala[3],
medito en libertad en lugares distantes,
con el fulgor materno sentado sobre el loto,
veo tus cejas, alas de una grulla en su vuelo.