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LA NIEVE CAE IGUAL QUE GARAÑONES BLANCOS

La nieve cae igual que garañones blancos
y el tiempo se enfurece como la nevazón.
Fríos potros galopan por la blanca llanura,
el mal tiempo se asoma allende el cielo inquieto.

Cuarenta años huyeron sin pensarlo;
años después estamos en cañadas cercanas.
Vuelan gélidas águilas sobre llanos salinos;
son difíciles tiempos en donde ya no hay lirios azules.

Antes de hacer el té, respira la nevisca.
Salta el fuego e ilumina existencias remotas.
La ventisca atraviesa valles de Dariganga.
Hervimos nuestro té para recalentarnos al fondo de la yurta.

El fuego del hogar agrieta los zapatos
como el calor de lentos centenarios.
Regidos por el mapa del destino, por los tiempos de anhelo,
captamos los rumores, ruidos de la intemperie.

El estiércol ardiente expulsa chispas rojas como fragmentos ígneos del verano.
Miramos la mudanza de los cielos desde quemadas trochas.
Más allá de los muros de fieltro, la tormenta da vuelta en oleadas
y desplegamos nuestras melodías.

Con la nueva montura cambiarás de caballo,
fuera de la cañada, despertarás la mente.
Al explorar el mundo, siempre adelante, nada podrías encontrar,
igual que los que vagan a través de la niebla.

El círculo lunar, el triángulo del techo y la mesa cuadrada:
¿por qué será una suma de fulgores?
Con la edad avanzada habremos de sentarnos en cojines.
¿Qué destino tendrá el cuerpo que a la mente abandona?

El viento tempestuoso se apodera de golpe de los tallos de esparto.
El ruido de los cascos retumba por el orbe.
Mil corceles patean la nieve en la planicie.
Un niño solo y huérfano permanece en el centro de su mundo.

Esta hambrienta borrasca, exhausta y desgreñada, se amotina.
Un día y una noche de turbiones, estamos habituados a la estepa.
La crin de la montaña, blanca como estandarte,
y yo, exhausto, galopo enfrente a la tormenta de los años.

traducido por Justo Jorge Padrón
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