CANTOS DESDE LA ESTEPA DE MONGOLIA
Versiones del mongol al español de Justo Jorge Padrón
MI LÍRICA ANCESTRAL
Soy hijo de Mongolia, una tierra de nómadas. Desde el amanecer nos ponemos en marcha. De niño acostumbraba a acomodarme dentro de una canasta en la carreta rebosante de objetos y saludaba el sol de la mañana al tan pesado paso del camello. Quizás entonces fuera cuando sentí el ritmo de mis versos futuros. Cuando llegué al nuevo campamento, todo me parecía novedoso: las grullas azuladas, el rastro de la niebla, las grandísimas rocas, los cerros multiformes.
Me sentaba mi padre en su regazo, sostenía el violín enfrente mío, entonces elevaba una clara y extensa melodía, aquella Jaakhan Sarga de la raza mongola de Dariganga; y mientras la canción imitaba bufidos y relinchos, las montañas se hacían más grandiosas, más cristalina el agua, más melodioso aún el trino de los pájaros. Así pues, mi pequeño cuerpo se convirtió en aquel instrumento que mi padre tocaba. Se acoplaron mis versos con el son musical del Morin Khuur a través del sagrado espacio de la estepa.
A aquel nómada niño le gustaba observar las cosas muy distantes. Y cuando contemplaba una familia nómada en pleno movimiento, en medio de espejismos azulados que elevaban los amplios horizontes, lo contaba a su madre. Mi madre y yo salimos al encuentro de nómadas con tetera y bandeja colmada por la crema cuajada y el tan seco y rico requesón. En mi niñez sentí la gratitud de los muchos sedientos de largas travesías, y comprendí el deber de tender una mano a los que aman la tierra, y dependen los unos de los otros. Para siempre quedó esta experiencia impresa en el carácter de mis versos futuros.
El hogar de la nómada vivienda habrá de ser por siempre nuestro centro del mundo. El Morin Khuur descansa muy cerca del altar, así mismo seguida de “la larga canción”. Un caballo relincha junto al poste; un camello berrea en torno a la fogata, la Osa Mayor en arco alrededor del hueco por donde sale el humo de la yurta.
Parece que una fuerza por mí desconocida, baja del firmamento hasta la tierra, o que una melodía del entorno ya resurge y se eleva flotando hasta el cielo. Igual que el hombre de la Edad de Piedra, solo y de pie en medio de la estepa, contemplando la historia centenaria de nuestros nómadas ancestros hasta el inmóvil hombre que con nosotros viaja al milenio siguiente continuando la ruta de los tiempos. Un movimiento es siempre el nomadismo.
El inicio del viaje de los nómadas rumbo hacia el horizonte en donde cielo y tierra se reúnen parece agobiador, pero ¿qué importa la distancia en este infatigable afán de conocer el “largo canto”, el hondo pensamiento y la existencia lírica? Por aprender la gran sabiduría, emigré hasta aquí. Los años revividos como un nómada en la ciudad también parecen nomadismo. Buscando mis orígenes me muevo en su sagrada estirpe de libros y poemas, soñando desde la brumosa torre urbana de marfil, añorando la estepa de muchos espejismos. La ancha naturaleza tan básica del nómada es ese movimiento incesante y calmado, la armonía fluida y muy distante, la búsqueda esencial, el fiel presentimiento y ese temperamento tan curioso con suave y melodioso corazón que todo lo contempla desde el lado más noble de la vida.
de mis ancestros nómadas; creo en verdad en ellos; considero
y apoyo su apacible música, esencia de mis versos.
Las ruedas de carretas de madera que giran sin dañar a la pradera,
la paz de los ancianos que quieren evitar pisar las flores,
la confianza del nómada que no pone cerrojos en su puerta,
me impulsa a suponer que el atajo que a la pureza incita
comenzó en la estepa de los nuestros.
Se viene aproximando un nómada: las imágenes vivas de niños y de ancianos,
junto con las carretas de largas travesías se vuelven ya más claras,
despiertan las sagradas épicas empañadas por el tiempo, las azuladas aves
de cada pensamiento que entraron por mi mente y fueron olvidadas,
nuevamente retornan hacia mí.
Si dices que comprendes la asilvestrada estepa de Mongolia,
si dices que valoras a su gente,
detendremos el carro muy cerca de la tienda de los nómadas,
como un solo botón en la ancha faja del brocado azul.
Te ensillaré un potrillo montaraz
y éste, serenamente, te acercará a la luna.
Aunque los cuatro puntos cardinales apenas ni descuellan,
sé que forman un círculo. El centro de ese círculo eres tú.
En el cenit, el cielo azul se da la vuelta.
Una esfera es el mundo. Tú eres su mismo centro.
Rutilante espejismo. Aunque nadie trabaja, una ciudad se eleva.
El caballo relincha. Aunque nadie lo pulse un violín canta.
El caballo posee sus alas enjoyadas. Sus alas son el canto prolongado.
Una medida tiene la gran agreste estepa. La medida es la larga tonadilla.
Sin demora, comienzas a cantar.
No se extravía tu canción. Las piedras de la gente la saben de memoria.
Cuando la estepa agreste devuelve el eco de tu canto,
has de ser el jinete del corcel de la historia, alzada piedra humana que la canta.
Al caer ya la tarde Höhdei Mergen nos viene pastoreando estrellas.
Siéntate y pon los pies en medio de la hierba.
Amarra tu caballo en la estrella Polar.
A la Osa Mayor dale ese lugar de honor en el desierto.
La puerta que conduce a Shambhala está abierta.
Cuando surge la imagen borrosa de la historia, lenta se va aclarando.
Acero en tus caderas. Montañas y hierba en tus bolsillos.
Entre las piedras de Shambhala chispean las fogatas de los viejos
y resplandecen, arden y llamean los fuegos del estiércol.
Una botella de agua en las correas del sillín por colmarla en una taza.
Ya las piedras están al rojo vivo. Se añade el alimento.
Encendidos semblantes por el té. Alivio del cansancio.
Cuando quieras dormir, despliega el sudadero. Descansa tu cabeza entre la silla.
Estira ya tus piernas sobre la estepa verde. Extiéndele tus brazos.
Éste es tu simple lecho en la oriental pradera.
Ésta es tu manta bajo el constelado cielo.
Mientras dormitas te susurra el viento los mitos de la estepa.
Aquí no hay diferencia entre la realidad y tu cercano sueño.
Cuando en silencio aúllan lobos de azul pelaje,
sientes miedo. El pecado viene con ojos limpios de pecado.
Nutre al perdido huérfano la madre generosa.
Shaluu, el pobrecito lobo.
Cuando esa antepasada de los lobos se juntó con el huno,
Entonaron por vez primera la canción.
Duerme como si el cuento hubiera terminado.
Ponte en pie tal si el cuento comenzase.
Pon los rayos del alba enfrente al sudadero; ensilla tu caballo.
Contempla los planetas a lo largo de azules cresterías del cielo.
Allá entre la distancia, el caballo relincha largo y fuerte.
Hay noticias del sitio a dónde vas.
El águila marrón se dirige hacia ti.
traducido por Justo Jorge Padrón